Se trata de un retrato caleidoscópico de la ciudad construido a partir de las imágenes flmadas por sus propios habitantes.

Inspirada en las "sinfonías urbanas" de los años 20 del siglo pasado, quiere repensar lo que un relato fílmico de la ciudad puede ser hoy, a principios del siglo XXI. Un retrato que tenga en cuenta la multiplicidad de las miradas y los dispositivos de registro, dando lugar a una película libre, bastarda, sorprendente e inesperada. Más allá del retrato urbano, la película es un retrato del verano a través de la ciudad. El verano es un ritornello, una repetición, que cada año abre un tempo de excepción en el que una ciudad como Madrid se ralentiza, pierde sus contornos y desnuda sus deseos. Es el tempo del deseo de huir y de la necesidad de hacer de nuestra vida algo diferente. Es tedio, sopor, noche, fiesta, aventura y letargo. Es calor y sombra, pieles expuestas al sol. Es piscina, calle vacía, atasco, asfalto sudoroso. El verano es también infancia y aburrimiento, agua, aguadilla, tormenta repentina. El verano es ciertamente inaprensible pero mide, inevitablemente, nuestros años y nuestros amores.

Para realizar la película Emilio Tomé organizó una convocatoria pública para que cualquiera pudiera enviarle sus imágenes. No había indicaciones sobre el contenido. El resultado, es ese, una película urbana y libre.